martes, 14 de abril de 2009

Siloé

Fotografía de Rosa María Saavedra Villaquirán

No es lo prolijo de sus entrañas lo que me invita a recorrer con mis ojos la basta montaña de Siloé. Son sus calles empedradas  que quieren alcanzar la cúspide y desde ahí contemplar mi ciudad. Remolinos de brisas provenientes del mar remueve mis pensamientos y  toca el abanico de coloridas etnias que viven en sus casitas blancas. Es quizás algún puente escondido que me invita a recorrer sus recovecos y escuchar gemidos de ansiedad, aquellos que el viento renueva constantemente. Ojos poco dolientes e indiferentes desconocen las consignas de amor y de valor que rondan por sus calles. Es el espíritu que canta en el centro de sus habitantes con deseos de esperanzas perdidas; el sol cobija la montaña y la noche se desperdiga en medio de ellos dejando a la mano la luz de las estrellas que penetra por sus cuerpos lamiendo su intimidad.

Cuantas veces las comadres se encuentran en la esquina del mercado donde la gama de colores se abre ante sus ojos: el verde de las manzanas es prohibido, pero el de las habichuelas inunda de inmediato sus canastos. Y una que otra comadre llora a la hora del invierno ante la tragedia de perderlo todo. Solo el agua lodosa corre tranquila por las gradas cuando llueve sin inmutarse por nada,  mientras el viento silba con fuerza y se escucha una oración en los labios de algún habitante de la zona...

Marzo, 2009

Eros y los trigales

Los trigales se mecían suavemente mientras el sol cobijaba sus tallos. Finas ráfagas de viento acompañados de su debilidad, prodigaba la juntura de ellos. Montañas y árboles, envidiosos e inquietos testigos, mientras ellos sonreían con picardía. Campos cobrizos dando vida y esparciendo olor a pasión. Un ave en círculos mágicos volaba contemplando el escenario creado por los dioses. Bajando su cabeza agudizó su vista y vio el contorno de una mujer que entre los trigales húmedos deshacía sus ropas y volaban por el cielo… arrebatos pasionales de dos que se amaban en silencio. Cómplice el sol apagó la luz para que nadie más rindiera curiosidad ante el acto repetido de los amantes. Solo jirones de luz y de pasión quedaban entre los trigales.

Marzo,  2009

sábado, 4 de abril de 2009

Noches de farra

La juventud con sus destellos anhelantes y múltiples noches de bohemia por mi recuerdo pasan. La hora del brindis llegaba y las manos derechas alzaban una copa con el acompañado salusita, mientras los cantos y las risas se sembraban en el ambiente. Y al calor de la noche y los ceniceros en las carteras de las mujeres, la música no paraba de invitar al baile. Cuerpos sudorosos porque la salsa, o algún estribillo osado, movían nuestros cuerpos y todos cantábamos en coro. No importaba que la borrachera afónica no diera los tonos necesarios. Al caer la noche, la guitarra se volvía a ratos suaves y a ratos apurada, arrancando estribillos por manos maestras. Quedaban las botellas desmayadas en cualquier mesa o suelo como impronta de la farra. Y al son de la música, miles de recuerdos bailaban en el ambiente. Algunas lágrimas rodaban recordando inminentes amores ya perdidos, mientras otros revoloteaban al encuentro. Noches inolvidables cuando queríamos cerrar las ventanas para que la luz no entrara. Recuerdos perennes que bailan en nuestras memorias y renacen obligándonos a cantar aquellas canciones sembradas como raíces de árbol seco. Noches de farra donde sus lazos irrompibles han traspasado los años.
Marzo, 2009

Concierto matutino

Por el sendero camino lentamente mientras alzo mis ojos al cielo. El sol se cuela entre el verde de las ramas de los árboles, dibujando sombras en los pastizales.
Y al compás de mis pasos, escucho el silencio de la paz que se entremezcla con el trinar de las aves y, su eco escribe el más bello salmo que deja su mensaje en los cielos. Incomprensible coro celestial, dulce serenata multicolor rompe la calma de la inmaculada mañana, el viento esparce las lavandas que respiro suavemente, mientras avanzo sola con mi intimidad. Y en medio de este concierto y de la brisa fresca, pienso en las horas donde mis amores hicieron gala y donde las pasiones florecieron en la brevedad de los silencios. Esculpidos años, fuente de inmensas alegrías y tristezas escondidas, infinidad de besos prodigados y adioses inesperados.
El toque de la brisa que recorre mis mejillas exalta la suavidad de caricias recibidas; remolinos de pensamientos de tiempos idos y vividos con la intensidad del momento.
De golpe, un aleteo brilla en el ambiente y obliga a mis ojos a contemplar el mago del color y de la agilidad. Sus alas me vuelven a la realidad. Los colores y las danzas del diminuto colibrí copulan en el infinito azul del cielo, mientras una gota de rocío resbala de la hoja de un árbol y comprendo que debo devolverme en el camino.
Marzo, 2009

La cita


Su alcoba está hoy de fiesta, sobre su cama blanca y bien tendida tímidos tulipanes llegan a posarse. La luna, débil cuarto menguante ojea de soslayo sus ojos titilantes.
Vestida de silencios y de calma, su frágil silueta llena de ilusiones canta sus alegrías y espera el cuerpo de su hombre enamorado.
Corren los minutos apresurados, crecen los latidos de su corazón, descorre la cortina una y otra vez y, los pasos del amor no escucha, la puerta inmóvil se encuentra. Su figura no aparece.
¡Oh! Mujer que a su suerte se abandona, una y mil lágrimas caen sobre el tímido pañuelo apretado entre sus blancas manos, único testigo de la cita incumplida, señal del amor perdido.
Hoy su alcoba se viste de luto, su amor lo guarda en silencio; sus pálidos muslos entristecieron y un lirio místico engendró su alma.
Dic. 2008