sábado, 29 de enero de 2011

Paisaje


La tarde estaba sombría, el sol cansado y lleno de arrugas quiso descansar mientras mis pasos me llevaban hacia aquel puente que a lo lejos me invitaba a atravesar. Sentí que el guiño de un avecilla que revoloteaba de árbol en árbol alertó a mi intuición presintiendo un milagro. Confiada alcé mis ojos al cielo y justo ahí en medio del vacío de los árboles encontré al sol en medio de los brazos de la luna, ella poseída por la ternura le limpiaba las arrugas y él en sus brazos dormido se quedó.

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