sábado, 4 de abril de 2009

Concierto matutino

Por el sendero camino lentamente mientras alzo mis ojos al cielo. El sol se cuela entre el verde de las ramas de los árboles, dibujando sombras en los pastizales.
Y al compás de mis pasos, escucho el silencio de la paz que se entremezcla con el trinar de las aves y, su eco escribe el más bello salmo que deja su mensaje en los cielos. Incomprensible coro celestial, dulce serenata multicolor rompe la calma de la inmaculada mañana, el viento esparce las lavandas que respiro suavemente, mientras avanzo sola con mi intimidad. Y en medio de este concierto y de la brisa fresca, pienso en las horas donde mis amores hicieron gala y donde las pasiones florecieron en la brevedad de los silencios. Esculpidos años, fuente de inmensas alegrías y tristezas escondidas, infinidad de besos prodigados y adioses inesperados.
El toque de la brisa que recorre mis mejillas exalta la suavidad de caricias recibidas; remolinos de pensamientos de tiempos idos y vividos con la intensidad del momento.
De golpe, un aleteo brilla en el ambiente y obliga a mis ojos a contemplar el mago del color y de la agilidad. Sus alas me vuelven a la realidad. Los colores y las danzas del diminuto colibrí copulan en el infinito azul del cielo, mientras una gota de rocío resbala de la hoja de un árbol y comprendo que debo devolverme en el camino.
Marzo, 2009

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