miércoles, 10 de agosto de 2011

Melodía eterna


Al caer de la tarde una suave música empezó a llegar hasta mis oídos. Transcurridos unos minutos mi consciencia no sabía explicar dónde la había escuchado antes, pero inconfundible era entrever que se hacía familiar en todo mi cuerpo y que el ambiente entraba en éxtasis debido a sus cadencias. Cerré mis ojos para escucharla y tratando de recorrer los laberintos de mi memoria, fracasé en mi intento.

Mi piel erizada contribuyó a cerrar aquel libro que leía para contagiarme de las notas reinantes, y dejar que me inundara de ese instante vivido ya en otras épocas quizás y menos consciente. Dejé de luchar con mis recuerdos y me abandoné toda, me dejé llevar por esos compases finos dejándome embriagar por ellos.

Terminada la canción de mis ojos brotaban lágrimas, el eco de ella se quedó prendado en mi alma con el signo inequívoco de haber escuchado y disfrutado muchos siglos antes esa añeja melodía…

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