Cual gitana con las líneas perdidas y cabalgando por viejos caminos cubiertos de polvo; errante con sus cicatrices abiertas y con el peso de las cadenas sobre su lomo, vaga en las sombras de la noche sin permitir ver los telones índigos donde antes pintaba estrellas.
La caparazón de sus huesos, cubiertos por nostalgias viejas y destruidos paulatinamente por el cincel inagotable del tiempo que le jugó malas pasadas, aquél impío que cerró sus ciclos a deshoras sin permitirle anclar en ningún corazón bondadoso, obligándola a llevar su alma andariega y a pedazos.
Hoy, maldice los fuegos que no ardieron y se quedaron prendidos en las sábanas viejas donde las huellas se quedaron mudas y donde su ceguera no dejó leer el destino que estaba escrito en sus manos de líneas perdidas.
Su presente duerme en gotas de agua.
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