Era como si cada domingo tuviera una especial sinfonía, en medio de mis recuerdos me paseaba por tu seductora geografía, mi perfume tocaba tus labios invitándome a la reunión íntima donde saciábamos todas nuestras mieles.
El añorar tu amor me reconfortaba, lejos de malgastarme te sentía como mi eterna melodía; cadencias leves pero intensas.
Cada lunes abría mis ojos con la esperanza de escuchar tu voz. Y entre los dos eternas horas sin importar nada, hablábamos como dos locos salidos de su celda encontrándose con la luz del día. El martes, suspirando entre tus brazos y ansiando por fin la llegada del miércoles. Ese día todo el mundo se alzaba en vuelo, las sábanas blancas esperaban nuestros cuerpos y nuestro furor resplandecía. Nuestros ojos se llenaban de una luz especial iluminando hasta la noche más oscura. El jueves sentía que mi esencia femenina estaba invadida de ti. El viernes inundabas mis oídos de mil te quiero. Por fin llegaba el sábado donde toda la tarde era nuestra, jugábamos hasta con el más mínimo detalle, convirtiendo todo en un amplio jolgorio. No sabíamos de nada más en nuestros encuentros, largas conversaciones mientras nuestras manos jugaban entre sí y, de vez en cuando un beso sellaba nuestros labios.
Hoy, después de mucho tiempo, recuerdo esos benditos itinerarios donde el amor florecía intensamente y siento que este pensamiento mío es válido, no importa que ahora ya no me ames, no importa que ahora no estés conmigo …