¿Cómo no trasladarme a otras tardes iguales, cuando nos tomábamos de las manos y yo contemplaba tus ojos? ¡Cómo los amaba! ¿Cómo no recordar tu risa que tanto alegraba mis días y que a veces yo te la compraba?… ¿Recuerdas aquella vez que te dije que necesitaba tu sonrisa y tu seguías muy serio? Entonces puse una moneda encima de la mesa y el resultado fue perfecto. Aún recuerdo esa carcajada sonora que tanto me gustaba escuchar. Esas eran tardes grises arropadas por la lluvia donde el frío no anidaba en nuestros cuerpos, porque nuestro amor lo ahuyentaba. Nuestro fuego calentaba el aire frío. Esta tarde gris me trae tu recuerdo y siento cómo la lluvia humedece mis ojos y se escurre por mi alma.
Marzo, 2008
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